Generalmente las supersticiones tienen qué ver con acciones que atraerán buena o mala suerte para quien las realice, por ejemplo, encontrar un trébol de cuatro hojas o pasar por debajo de una escalera. Sin embargo no todas son tan inofensivas. ¿Qué sucede cuando este tipo de pensamiento trae graves consecuencias para la integridad de un ser vivo que tiene capacidad de sentir dolor? Esta es la historia del gato.
Al gato desde siempre se le han atribuido propiedades mágicas dependiendo de la cultura y el sistema de creencias en el que se encuentre.
En la mayoría de las civilizaciones antiguas, los poderes atribuidos a los gatos eran positivos, por ejemplo, en la cultura egipcia los gatos eran apreciados al ser relacionados con Bast o Bastet, diosa de la paz, la abundancia y la procreación, representada con cuerpo de mujer y cabeza de gato.
De hecho, el gato llegó a tener tal veneración entre los egipcios que el darle muerte a uno de ellos era considerado un crimen. De acuerdo a Heródoto, la muerte del gato suponía luto para todos los miembros de su familia humana, quienes acostumbraban afeitarse las cejas en señal de duelo. Además, los gatos también eran momificados al morir.
Asimismo en Finlandia se creía que los gatos eran encargados de llevar las almas de los difuntos que habían pertenecido a la realeza, mientras que los griegos relacionaban al gato con Artemisa, diosa de la caza y la fertilidad.
En Japón, se creía que los gatos podían poseer el alma de algún antepasado, por esto eran considerados invaluables. El gato también se consideraba portador de buena suerte, prueba de ello es el famoso Maneki Neko (literalmente “gato que invita a entrar”), una figura en forma de gato con la pata levantada la cual se coloca en las puertas de los negocios para invitar a la gente a pasar.
Los celtas sentían una fascinación por el comportamiento misterioso y silencioso del gato. Por esta razón el gato representaba a un guardián del otro mundo y se le atribuían las propiedades de la luna: intuición, misterio, espiritualidad. El gato era el eterno compañero de los druídas, hechiceros y magos del mundo celta.
Sin embargo es dentro de las culturas hebrea y babilónica que el gato comienza a tener una connotación negativa, en especial si su color es negro. Esto tiene que ver con que el color negro se asociaba con cosas negativas como la noche, la oscuridad, la muerte, la tristeza y la maldad.
Al imponerse la ideología judeo-cristiana durante la Edad Media, este concepto del gato negro como un ser asociado a la maldad se arraiga cada vez más. En una era donde predomina el pensamiento mágico y donde se le da especial importancia al simbolismo, la suerte del gato cambia drásticamente y pasa a ser considerado como una criatura demoníaca, compañero por excelencia de las brujas e incluso asume que las más perversas reencarnan en un gato negro.
Surge entonces el concepto de aquelarre, donde las brujas se reúnen a adorar al diablo, quien se hace presente en la forma de un macho cabrío o un gato negro, según se cree. Asimismo, inquieta a la población medieval el hecho de que las brujas tengan la capacidad de metamorfosis y el gato negro sea una de sus transformaciones, se creía que una bruja podía convertirse en gato negro hasta siete veces, de ahí la idea de que los gatos tienen siete vidas.
Todas estas ideas sobre los gatos, en especial los gatos negros, harán que la sociedad de Europa se llene de miedo y los casos de gatos torturados y asesinados en público vayan en aumento a la par de ideas cada vez más extremas contra estos animales.
En Hungría, se creía que los gatos negros machos eran utilizados por las brujas para transportarse y que la única manera de evitarlo era cortar la piel del gato en forma de cruz y en el pueblo de Metz, Francia, nace la costumbre de quemar vivos a los gatos en la fiesta de San Juan, sacrificándolos en masa. Esta cruel tradición perduró hasta 1773.
Actualmente estas supersticiones han ido desapareciendo debido a una sociedad más informada y empática hacia los animales, por lo que la superstición del gato negro que se cruza en nuestro camino para dar mala suerte ya no es tomada tan en serio como en años anteriores.
Las creencias, supersticiones y prejuicios que se tienen hacia los gatos hoy en día no son más que los vestigios del miedo y la desconfianza que se tuvieron en siglos anteriores hacia estos animales. No hay que olvidar que el gato es un ser vivo con capacidad de sentir dolor y el mismo deseo que cualquier otro ser de vivir libre y tranquilamente.
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