A más de 60 años del lanzamiento espacial de Laika, el primer ser vivo en orbitar la Tierra, la historia sigue teniendo una deuda moral con la desafortunada protagonista de dicho capítulo en la denominada “conquista espacial”. Los homenajes y monumentos posteriores a su muerte nos recuerdan no solo la proeza de la que fue partícipe involuntaria, sino la larga batalla por conseguir el reconocimiento a los derechos de los animales en una sociedad que aplaude progresos y en raras ocasiones cuestiona el coste de los mismos.